armando-paredes-2x
913 062 358

Historia en desarrollo

Historia en desarrollo

Publicado el 13 de Enero del 2023 por ArmandoxÓSMOSIS

Y pensar que hace casi cinco años, cuando recién llegó a este departamento en Miraflores, Álvaro Chang-Say solo tenía un colchón. En el ritmo del día a día no se dio el tiempo de pensar en cómo decorar los espacios, solo partió de una pieza y de todo lo que esta significaba: el comedor como elemento central de la reunión familiar. Y luego, poco a poco, el diseñador industrial fue encontrando lo demás: un mes compró alfombras; el siguiente encontró el librero; después el sofá, al que prefirió por su comodidad y su apariencia.

Como diseñador, las sillas han sido una gran pasión. Su conjunto de comedor surge de su visión de una silla china tradicional. Es una síntesis de lo clásico con una mayor geometría. De ahí sale la mesa, que diseñó con una elegante unión en cruz en las patas, simetría que combina con la alfombra de cuadros y piel de vaca. El ambiente es un espacio de evolución constante, y ya está pensando en hacerle algunas incrustaciones a la mesa que ejecutará en su minitaller casero.

En el departamento de Pasaje Vanderghen de Armando Paredes, las paredes son un caso extraordinario de “un día dije ‘voy a poner cuadros’ y mira cuántos he terminado poniendo porque me iban gustando, porque me los regalaban o porque los rescataba de la casa de mi mamá”. Aunque él lo describe como espontaneidad, todo tiene una armonía que es tanto fascinante como curiosa de ver.

Hay piezas muy personales, como el cuadro que le hizo un amigo a partir de su apellido en chino, que significa “casa, plan u hogar”. Tiene uno de Eduardo Tokeshi que conmemora los 110 años de inmigración japonesa y un par del arquitecto Víctor Pimentel que estaban en casa de su mamá. Obras de Miguel Lescano y José Tola se ubican junto a un cuadro de hojas de coca que compró en una feria en Cusco. Y junto a un dibujo del barrio chino hecho por el arquitecto Enrique Ciriani, Álvaro colgó una placa de computadora que le pareció el mapa de una ciudad.

Álvaro o Akeón –su nombre chino y como lo conocen sus amigos cercanos– es un hombre de objetos: los diseña, los observa y los colecciona. En ese sentido, su sala se expande conforme más se mira. Una pieza central es el cuadro de Mateo Liébana en atípico negro y dorado, única en más de un sentido. “Le pedí un cuadro de sus personajes”, dice Álvaro antes de revelar que estamos frente a una suerte de retrato. “Las poses se las di yo, que entreno artes marciales. Le llevé el lienzo fondeado en dorado, para que solo dibuje en negro. Él al final le metió un poco más de tonos”.

El librero se transformó ligeramente en la pandemia, cuando el diseñador le agregó ruedas. Los libros van rotando según los títulos nuevos que llegan, los que se regalan o los que necesita consultar diariamente. Este mueble es la conjunción de muchos intereses unidos por un hilo conductor: entender la complejidad de los objetos únicos, como un pequeño robot que camina, la “Horma” de Jaime Liébana y una escultura de ojos de la artista Vacide Erda Zimic, por mencionar solo algunos.

Si la sala es amplitud y comodidad, el balcón del edificio en Miraflores se define como un lugar de luz e intimidad con el vecindario. El espacio lo define una de sus sillas: diseñada en madera y lona con un centro de acero es punto favorito para él y para su hija durante los días de sol o las noches de luna llena.

El edificio de Armando Paredes tiene su propio pasaje y, debido al patio central, la ilusión de una quinta. “Yo crecí en Santa Cruz, en Miraflores, donde silbabas y tus amigos salían. Sentía que la idea de vecindario se había perdido”, comenta Álvaro. La pandemia vio renacer la comunidad vecinal. Ahí, en su edificio, tuvieron saxofonista, violinista y pianista, conciertos y conversaciones entre vecinos ante el encierro.

Durante años Álvaro se dedicó a fabricar muebles, lo que ponía a su disposición maquinaria, asistencia y materiales. Su trabajo cambió, pero no el interés por todo lo que se arma. Su solución fue reducir la escala y adecuar en su casa un pequeño taller. Desde ahí trabaja piezas personales, como el espejo que conmemora los 170 años de la inmigración China a Perú. En el marco se lee: “No importa si llegaste hace un día o hace cien años. Si hoy tu sangre, sudor y lágrimas están acá, lo que ves reflejado es un peruano”.

Junto a su escritorio mantiene un guante firmado por el boxeador Floyd Mayweather; en su cocina, se alza la imagen de Bruce Lee por el artista Aaron López.

Moverse por la casa de Akeón es destapar historias, incluso le sucede a él. Un objeto le recuerda a otro y la narración se vuelve circular, historias dentro de historias para perderse. Es uno de esos espacios que crecen a medida que se contemplan.

Categorías
Lo último
Whatsapp

Información de interés

Contacto